La Reina del Sur
Siempre creí que los narcocorridos
mexicanos eran sólo canciones, y que El conde de Montecristo era sólo
una novela. Se lo comenté a Teresa Mendoza el último día, cuando accedió
a recibirme rodeada de guardaespaldas y policías en la casa donde se
alojaba en la colonia Chapultepec, Culiacán, estado de Sinaloa. Mencioné
a Edmundo Dantés, preguntándole si había leído el libro, y ella me
dirigió una mirada silenciosa, tan larga que temí que nuestra
conversación acabara allí. Luego se volvió hacia la lluvia que golpeaba
en los cristales, y no sé si fue una sombra de la luz gris de afuera o
una sonrisa absorta lo que dibujó en su boca un trazo extraño y cruel.
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